Que nuestras mentes hagan juicios sobre lo que vemos y escuchamos es algo que no podemos evitar. Por supuesto, también pasa con las lenguas: con solo escuchar a alguien cuando habla, podemos recabar todo tipo de información sobre esa persona. Su uso de palabras, expresiones o acento nos dan información sobre su identidad, su edad o incluso los lugares donde ha vivido. Todos esos datos que se comunican más allá de las palabras pueden resultarnos útiles para conocer más a fondo a nuestro interlocutor.
Eso sí: una cosa es reconocer características acerca de otro a través de su habla y otra muy diferente es reírse de su manera de expresarse por ser diferente a la nuestra, bien porque no estamos acostumbrados a escuchar las expresiones que usa al hablar o porque la entonación o los sonidos que produce son distintos a los que oímos con frecuencia. Desgraciadamente, esta situación se da también en el caso de las lenguas extranjeras y hoy vengo precisamente a hablar sobre ello.
Me da la impresión de que en España está tristemente aceptado burlarse del hecho de que una persona use una lengua que difiere de la suya nativa. Sucede especialmente en el contexto oral: es decir, cuando se trata de alguien que está intentando practicar su pronunciación o su entonación. Quizá lo más curioso es que este tipo de burlas suelen venir por parte de personas que, o bien no estudian la lengua en cuestión, o tienen un nivel bastante pobre en ella.
¿Por qué tendría que ser objeto de burla el que alguien practique un idioma? ¿Por qué una persona ajena a la docencia (porque me atrevo a añadir que en ningún caso dichas burlas vienen de especialistas en lingüística ni en enseñanza) examina el acento o la forma de hablar de otra persona según criterios que no atienden a ninguna lógica? Como estudiante y profesora que soy, me parecen especialmente graves las consecuencias que pueden tener este tipo de conductas en los estudiantes de lenguas. Tanto si tomamos el papel de aquellos que se burlan de los demás como si pertenecemos a ese grupo que mira hacia otro lado cuando suceden este tipo de burlas, lo único que conseguimos actuando así es estigmatizar el aprendizaje de idiomas en nuestra sociedad. Por miedo al escarnio, hacemos que otros, o incluso nosotros mismos, evitemos el uso de dicha lengua en el contexto oral o incluso no nos esforcemos en sobresalir, no vaya a ser que alguien nos juzgue.
Me pregunto si el sentimiento real que se genera en las personas que perpetúan este tipo de situaciones es en realidad envidia de que otra persona sea capaz de hacer algo que nosotros no creemos capaces de conseguir, bien por miedo o por pensar que no se tienen las herramientas necesarias para ello. Es una verdadera pena que elijamos herir a los demás y no reconocer que detrás de ese sentimiento de envidia puede esconderse uno más positivo (admiración por lo que otro ha conseguido). Hacerlo es sin duda es un primer paso a nuestro favor para conseguir la fuerza necesaria para que seamos nosotros mismos los que nos lancemos a aprender y a superarnos en el estudio de una lengua extranjera, al igual que la otra persona también lo hace.
La práctica de un idioma es una parte absolutamente esencial para conseguir resultados. Nadie tiene derecho a ridiculizarnos por utilizar una lengua, sea materna o no, y menos aún alguien que ni siquiera sabe cómo funcionan las lenguas ni su aprendizaje. Ridiculizando el uso y la práctica de una lengua solo conseguiremos que, como sociedad, normalicemos la humillación hacia aquellas personas que sí deciden estudiarlas y, como consecuencia, podamos entorpecer su avance en el estudio.
El hecho de que cada persona hable de forma diferente es una muestra de cuán diversa es la especie humana. Para mí, es incluso comparable a la gama de tonalidades de la piel o al color de los ojos en los seres humanos. Las diferencias en el uso de una lengua (y aquí englobo tanto la pronunciación como el vocabulario o la gramática) también muestran riqueza, en este caso lingüística, y no somos quiénes para burlarnos de la variedad lingüística de nadie, sin importar el punto en el camino del aprendizaje en el que se encuentren. En la mayoría de los casos, creo que este tipo de mofas hacia quienes usan otras lenguas son una reacción mal gestionada al sentimiento de admiración hacia otro por ser capaz de hacer algo que nosotros no creemos posible conseguir, en este caso aprender una lenguas. Lejos de justificar a las personas que deciden ofender, creo que es necesario que hagamos llegar a dichas personas el siguiente mensaje: que cualquier persona es capaz de aprender una lengua extranjera si está dispuesta a ser perseverante y a trabajar duro para conseguir ese objetivo, si así realmente lo quiere.
Ojalá algún día esté más extendido el pensamiendo de que discriminar a alguien por su forma de hablar es equivalente a reírse de alguien por su físico y que debería de estar tan poco aceptado socialmente como ello. Y ojalá que, en lugar de tomar ofensa en el hecho de ver que otra persona está intentando practicar una lengua extranjera y utilizarlo para hacer daño, lo gestionemos a nuestro favor con el objetivo de generar un afán de superación en nosotros mismos que nos ayude a conseguir nuestras propias metas.