Auxiliar de Lenguas

Qué hacer si tienes que aprender la lengua de un país que no te gusta

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Una dificultad que tienen algunas personas a la hora de aprender una lengua es el conflicto interior que surge en ellos con respecto al grupo de personas que la habla. Me refiero a esas malas experiencias relacionadas con el grupo de hablantes que representa al idioma en cuestión. Esto me ha dado que pensar en torno a la relación que existe entre nosotros mismos y la lengua que queremos aprender, ya que al relacionar un idioma estas ideas negativas que tenemos sobre una cultura o grupo de personas, puede resultar muy detrimente a la hora de aprenderlo. La lengua que asociamos con un país nos puede echar para atrás si pensamos que las personas de esa nacionalidad son xenófobos o prepotentes, por ejemplo.

En primer lugar, tenemos que tener en cuenta es que estas ideas no dejan de ser generalizaciones basadas en experiencias que hemos tenido o escuchado y que, como tales, tampoco son justas. ¿Podríamos decir que la totalidad de hablantes de ese idioma es prepotente? Por otro lado, ¿por qué habríamos de dejar que los prejuicios afectasen a nuestro estudio? Aprender una lengua no tiene por qué implicar adoptar la forma de pensar y de vivir del grupo de personas que tradicionalmente la han hablado. Relacionamos la lengua con un pueblo porque tradicionalmente se ha identificado un idioma con un grupo de personas que habitaban en un lugar. Así, podríamos decir que el japonés es el idioma de las personas que viven en Japón o que el ruso es el idioma de los que viven en Rusia. Pero aprender japonés o ruso no tiene por qué significar que comulguemos con la cultura o con ciertos ideales de los japoneses o de los rusos. 

 

Tampoco hace falta ser parte de una cultura para considerar que hablamos bien o no un idioma. El inglés lo hablan millones de personas, pero no todas comparten la misma forma de pensar ni de vivir. Un habitante de Nueva York y un hotelero indonesio pueden tener en común solo el hecho de saber hablar inglés de forma fluida. En el caso del primero, no solo conoce sino que es parte de una cultura que tradicionalmente asociamos con el inglés (la estadounidense) mientras que para el segundo, el inglés es una mera herramienta para comunicarse con sus clientes internacionales.

 

Desde hace varias décadas, la mayoría de los idiomas ya no se ciñen a una zona geográfica determinada sino que han perdido las fronteras. Al igual que el inglés ya no es solo el idioma de Inglaterra, tampoco el japonés es una lengua que se restrinja a Japón. La globalización también está cambiando la forma en la que los vemos y usamos los idiomas, y también está visibilizando perfiles de usuarios que pueden resultar más “atípicos”: hay quien domina la lengua de un país en el que nunca ha vivido y quien solo es capaz de escuchar o leer una lengua porque nunca ha necesitado producirla.

 

Volviendo al ejemplo anterior: lo que une a ambos perfiles es una lengua común, pero no una cultura o forma de pensar común. Podemos aprender una lengua bajo nuestros propios términos y esto implica decidir si vamos a querer aprender (incluso aceptar o adoptar) la cultura y los valores que tradicionalmente se han asociado con el grupo de personas que hablan esa lengua o no. De hecho, no hay nada de malo o cuestionable en que decidamos que no queremos aceptarlos, sobre todo si creemos que hay elementos de esa cultura que van en contra de nuestros propios principios.

 

Cuando hablamos un idioma también hacemos que pase a formar parte de nuestra propia identidad y por ello, es lógico que queramos adaptarlo a nuestra forma de ser y cuestionemos algunos aspectos que hayamos visto o con los que no estamos de acuerdo. Aprender un idioma no tiene por qué significar que comulgar o tolerar aspectos de una cultura y, a pesar de que por nuestras experiencias anteriores el idioma en cuestión pueda estar asociado a algo negativo para nosotros, esto no implica que nosotros como individuos debamos de adoptarlo por el simple hecho de estudiarlo. Por último, aprender y ahondar en un idioma también puede ayudarnos a descubrir que quizá esos prejuicios que tenemos sobre un grupo de personas sean infundados, y así conseguir hacernos cambiar la perspectiva sobre él y sobre las personas que lo hablan.

 

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