Auxiliar de Lenguas

Reflexiones sobre aprendizaje de lenguas extranjeras desde una perspectiva personal

El otro día, mientras perdía el tiempo en redes sociales (sí, yo también soy humana) encontré un perfil que llamó mi atención. Se trataba de una chica que tenía unas nueve o diez banderitas diferentes en su biografía con las que daba a entender que estudiaba o al menos entendía dichas lenguas en mayor o menor medida. Por supuesto, su perfil incluía unas fotos de sus apuntes dignas de enmarcar. Todo rematado con su último post, donde afirmaba estar inmersa en un reto de estudio de tres lenguas nuevas para ella y mediante el cual pretendía llegar al nivel intermedio en cada una de ellas en un cierto espacio de tiempo.

 

No te sé decir mucho más porque tras unos minutos de cotillear el perfil decidí mandar el móvil al carajo porque me entró un mal humor de tres pares de narices. Conmigo misma, por supuesto, no con la chica, que al fin y al cabo ni siquiera la conozco.

 

Más que envidia, diría que lo que se escondía realmente era una mezcla de tristeza y culpabilidad. El motivo tenía que ver con la meta que decidí para este curso: seguir con el japonés. Me había empezado a sentir así a raíz de ver cómo esta chica parecía llevar sin problema el estudio de no una, sino tres lenguas distintas, mientras que yo ni siquiera me habría acordado del japonés en todo ese día si no me hubiese encontrado con su post. Por el contrario que ella, yo llevaba ya semanas sin tocar el japonés y sin ganas de retomarlo, pese a que en el pasado sí que pude sostener una rutina sólida de estudio y un poco más de entusiasmo.

 

Este pequeño conflicto emocional me hizo reflexionar sobre cómo vemos la desmotivación y la pérdida de interés en el proceso de aprendizaje de lenguas extranjeras. Bueno, para ser más exacta, creo que directamente no las vemos o que incluso las obviamos. A decir verdad, siento que a veces pecamos (me incluyo) de demasiado optimistas con el proceso de aprendizaje en sí.

 

Me explico. Cuando decidimos empezar a aprender una lengua tendemos a ver el proceso como algo feliz y azucarado, un mundo con unicornios rosas y hasta arcoíris. Nos dicen que el camino será difícil pero increíble, que la constancia, el esfuerzo y la paciencia serán los mejores aliados y que podremos conseguir nuestras metas si realmente así nos los proponemos. Y, ojo, que suscribo al 100% esta última frase y además, soy la primera que usa esa visión para alentar a mis alumnos o incluso a mí misma. Pero, como todo en la vida, también hay otra cara de la moneda.

 

Parecemos subestimar el hecho de que somos seres falibles y que por mucha energía inicial que tengamos es 100% seguro que durante el camino de aprendizaje de la lengua extranjera que hemos elegido vayamos a encontrar baches diversos que nos van a hacer perder esa inercia y energía con la que lo empezamos.

 

Por desgracia, no hay mucha gente hablando de esto. No es sexy sacar a la luz esos sentimientos negativos que pueden surgir cuando las cosas se tuercen, por ejemplo la culpabilidad que sentimos cuando notamos que hemos perdido la rutina y nos cuesta volver a arrancar, pese a que hubiésemos empezado con fuerza. O ese sentimiento de fracaso personal cuando vemos que los demás no solo parecen continuar avanzando en su aprendizaje sin problemas sino que, además, te van dejando atrás porque mientras ellos siguen caminando, tú estás en ese bache que a veces parece tener varios metros de profundidad.

 

Si es tu caso probablemente esto que voy a decirte a continuación lo sepas ya, pero aun así me gustaría recordarlo:

 

  • No eres un desastre si pasan días, semanas, meses o incluso años sin que estudies la lengua que empezaste a aprender.

 

  • No sentir la motivación de ponerte a estudiar no significa que no valgas para ello.

 

  • Pasar por un periodo de inactividad en el estudio no equivale a haberlo dejado para siempre. Eso, en todo caso, tendrás que decidirlo tú.

 

  • No hace falta ir a nivel por curso o por año. Aprender no es ninguna carrera.

 

Lo que vengo a decir es que tu recorrido personal en el aprendizaje no define ni el tipo de estudiante que eres ni tu valor como persona. Y si alguien está en desacuerdo con ello porque para esa persona el hecho de definirse así alimenta su ego, pues mira: que lo disfrute con salud.

 

¿Sabes lo que realmente pasará mientras no estudias la lengua en cuestión? Que estará esperándote hasta que consideres oportuno volver a ella. Seguirá habiendo libros, profesores, cursos y materiales para ayudarte a conseguir tus metas con objeto de que, cuando llegue el momento en el que decidas dar el paso, puedas retomarla. Te puede costar más o menos volver, porque utilizar una lengua no deja de ser un proceso mental, igual que conducir o montar en bicicleta. Pero ahí estará, lista para que la refresques y sigas profundizando en ella.

 

Sé que no estoy descubriendo América con lo que digo y que ya se ha hablado de cómo tendemos a compararnos con otras personas y a creer que las vidas de los demás son perfectas cuando en el fondo sabemos que no es verdad. Pero es que también sucede en el proceso de aprendizaje y creo que puede ser hasta positivo recordarlo, sobre todo en esos momentos de más desmotivación. Hablar de los momentos de bajón no es tan atractivo como hablar de nuestros triunfos pero, al igual que los últimos, también forman parte del proceso. De hecho, me apuesto algo a que la chica políglota que mencionaba arriba también los tiene.

 

No somos perfectos, por lo que es tontería pretender que cualquier proceso humano vaya a serlo, incluyendo por supuesto el aprendizaje de lenguas extranjeras. Tomar esos momentos más oscuros del proceso como algo natural e inevitable nos permitirá normalizarlos, ser más realistas con el aprendizaje en sí y, lo que para mí es más importante, mostrar más compasión con uno mismo.

 

Y ya para terminar, en el caso de que estés pasando por un momento de desinterés por estudiar una lengua extranjera me gustaría volver a insistir en que no estás solo, en que el hecho de estar desmotivado es perfectamente normal, y recordarte que el hecho de que hayas dejado de estudiar durante un tiempo no necesariamente significa que hayas abandonado para siempre la lengua extranjera que un día empezaste con tanta ilusión. Lo que en su día aprendiste permanecerá latente contigo, por muy oxidado que creas que esté, y te aseguro que estará listo para desempolvarse y volver a ponerse en funcionamiento cuando decidas darle una nueva oportunidad.